Juan 3:8
 
"El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene,
ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu."  (Juan 3:8)

Dios utiliza la analogía entre el viento y la obra del Espíritu Santo para enseñarnos la inhabilidad del hombre para salvarse a si mismo.  El viento no puede ser controlado por el hombre porque sopla de donde quiere.  También el hombre no puede regular lo que hace el Espíritu Santo.  Sabemos que el viento sopla por su silbido; así también entendemos que el Espíritu Santo está trabajando cuando se oye su voz de convencer del pecado, de la persona de Cristo (la justicia de Dios), y del juicio venidero del pecado (Juan 16:7-11).

En otras palabras, el hombre debe responder a Dios mientras le toca el Espíritu Santo para ser salvo y entrar en el reino de Dios.  Muy seguido el hombre toma su vida en sus manos diciendo que mañana buscará a Dios pero no es así.  El hombre debe arrepentirse y creer en el Señor Jesucristo mientras le habla el Espíritu de Dios.  Por eso San Juan 1:13 dice: "los cuales no son engendrados de sangre (por nacimiento natural o relaciones familiares), ni de voluntad de carne (por las buenas obras del hombre), ni de voluntad de varón (no por el deseo del hombre), SINO DE DIOS."  Si el hombre rechaza la voz del Espíritu Santo, él está rehusando a creer y en tiempo, le deja de hablar el Espíritu Santo y sin la obra del Espíritu Santo no hay salvación.  Busque y considere Génesis 6:3; Hechos 7:51; Tito 3:5; Juan 6:63-65.



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